Mientras tanto, harán exactamente lo que están acostumbrados a hacer: continuar. Por eso sus marchas multitudinarias de dulce, verde y mole (¡No fueron cientos! ¡Fueron millones!, reclaman eufóricos los participantes de la marcha). Por eso la unidad. Por ello el coro al unísono con las gastadas consignas: ¡El pueblo unido jamás será vencido! O la típica (debemos confesar que está, realmente, nos parece mucho más divertida): ¡SI NO HAY SOLUCIÓN, HABRÁ REVOLUCIÓN!
Pero ¡tranquilos! Siempre hay “solución”. Es por eso que la izquierda reclama el diálogo permanente con el papá Estado-capital, evidenciando que son parte del juego. Es precisamente aquí, que el Estado-capital sabe mostrar su eficacia en la previsión de los remedios para todos los malestares que él genera. Y no escatima, enseguida se esfuerza por suministrar la aspirina o el remedio requerido. Mecánicamente siempre tiene de antemano un tratamiento adecuado para el "circo" social, como las tan aplaudidas treguas mediadas por la iglesia en acuerdo con los radicalistas sindicalistas y/o líderes de izquierda con un manual marxista-leninista bajo el brazo, como cual pastor evangélico que encubre sus limitaciones de las excusas ofrecidas por la biblia y su dios.
Es la rapiña más obvia, la que se sostiene de la convulsión social para obtener cupos hasta su fermentación. Después de la aspirina y de “sudar la fiebre”, la izquierda del Estado-capital reclama su parte del botín. Entonces, viene el “medicamento de patente”. Claro éste no está al alcance de todos. Así que el Estado-capital será muy selectivo y les suministrará la dosis necesaria a los líderes. Toda esa bola de contenedores y delimitadores de la guerra social se dispondrán a recibir su medicina. Desde luego, a ellos les toca continuar con el trabajo sucio y aplicarle la anestesia a las “masas”; proveer suficiente opio a la multitud para adormecerla un rato: Ya viene el “Día Internacional de Lucha contra la Pobreza”, ¡Luchemos contra la Pobreza! Y después, le sigue otro aniversario del Día de Trabajo, ¡Viva la revolución! ¡Marchemos por la Izquierda Unida! ¡Mariátegui Vive, la lucha sigue!. ¿Qué sigue? Estamos rumbo al mundial ¡Viva la selección! Y ahora sí prepárense, se acerca el 191 aniversario de nuestra independencia, ahí sí arderá Troya. Todas las fuerzas de izquierda uniremos esfuerzos y construiremos un gobierno obrero-campesino y popular lleno de tecnócratas, afiliados sindicales, miembros reciclados de otros partidos que pondrá fin a la injusticia… para continuar...
Bueno ¿y los provocadores? ¿Qué hacemos con todos esos desafinados que no se suman al coro, que no se únen a la marcha? ¿Cómo enfrentamos a todos estos refractarios que se nieguen a consumir su dosis de opio, que se opongan a sus treguas? ¡Plomo, cárcel y camisa de fuerza! Así se combate la Anarquía. Vistos como los malhechores de lo políticamente incorrecto, como la escoria que se opone al desarrollo del "capital" nacional.
¡Esa es la izquierda! La lacaya histórica. La sepulturera de todas las Revoluciones. Es el inmenso dique que se alza a la siniestra del Estado-capital, el enorme rompeolas de estiércol construido por sindicatos, partidos y demás dispositivos de neutralización. ¡Falsos críticos! Enemigos jurados de los oprimidos y explotados del Planeta, de aquellos que viven odiando y sufriendo, a aquellos que coherentemente se les puede llamar pueblo y no al conjunto de convenidos que se confunden en la masa para su bienestar partidarista. Por eso, cuanto más se profundizan las contradicciones, mientras más se agudizan los antagonismos, cuando más ímpetu cobran las fuerzas refractarias, cuanto más se acerca la implosión, mientras más se verifica la guerra social; más invoca la izquierda a “la sociedad civil”. Cuanto más se recrudece el terrorismo de Estado, cuando más se comprueba la impunidad de las fuerzas represivas, mientras más controles impone el Estado-capital, más exhorta la izquierda a la denuncia, a la protesta pacífica, a la desobediencia civil y civilizada. Mientras más crece la urgencia de insurrección, más nos persuade la izquierda a esperar su "iluminado liderato". La izquierda es la válvula de escape por excelencia del Estado-capital. Por eso, mientras más se consolida, cuanto más se empodera, cuando más se organiza más se desvanecen las posibilidades insurrecciónales, menos se concreta la destrucción total del Estado-capital. Más se aleja nuestro sueño de Revolución Social. Esto se comprueba desde La Habana a Caracas, de La Paz a Montevideo. Se demuestra en Brasilia, en Quito y en la Selva Lacandona. La misión de la izquierda es alimentar las ilusiones que nos paralizan. Su vocación es contenernos, implementar la espera en nombre del progreso y afianzar la fe: ¡Nuestros sacrificios recompensaran a las generaciones futuras!
Y no faltarán quienes argumenten que la unión sostiene a la fuerza, frases románticas y muy bien citadas que buscan discapacitar la altura moral de los refractarios, mezclándolos con el rol ávaro de quienes buscan el poder y la continuación desde una perspectiva engañosamente humana. ‹“…corrientes trotskistas, marxistas, anarquistas y feministas (…) Juntos fuimos la esperanza de un pueblo.”›. Esto sólo ratifica la confusión. Nosotros no apoyaremos los gobiernos.
Que haya “anarquistas” que se reclaman de izquierda únicamente confirma la presencia del liberalismo existencial, el predominio del ideal socialdemócrata, la evidencia del triunfo del mercado, que lo mismo nos vende una Biblia, que una playera con la (A) o con la imagen del Che, del Papa o de Mao, y su chiste de "arquetipos políticos" que evidencian los niveles de intoxicación progresista, la cultura invocatoria del “otro mundo es posible”. Razones que sin duda explican lo nutrida que está la lista de “anarquistas” de izquierda: desde Chomsky, hasta Havelaar, pasando por Michael Albert al Profesor J. Aquellos que con sus palabras castigan los excesos capitalistas, para sustraer con la otra, el pago de su corresponsalía como ferviles "dioses" de la lucha social responsable y moderada.
La perspectiva de negación, la lógica revolucionaria de destrucción total del Estado-capital, exige estar inmunes a la anestesia, al opio, a la virulencia del liberalismo existencial, a la intoxicación progresista, a la contaminación de la cultura del “otro mundo es posible”, oponiéndose a la razón de su ideario político comúnmente aceptado por las altas esferas de poder. Reclama la identificación y el ataque a los falsos críticos, la eliminación de las “soluciones” ilusorias. Requiere la extensión de la guerra social, la multiplicación de las insurrecciones, la exacerbación del antagonismo, el quebrantamiento de todas las leyes, la contundencia del contraataque, el abandono de las prácticas “constructivas”, el incremento de nuestra capacidad destructora para promover el ejercicio de una libertad sin vigilancia.
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